La incertidumbre es una constante en la vida, más aún cuando se avecinan cambios significativos. La próxima semana, un nuevo capítulo comienza para mí con la introducción de un tratamiento subcutáneo que puedo administrar en la comodidad de mi hogar. Este avance representa un salto hacia la independencia que he anhelado, ofreciéndome la posibilidad de viajar sin la cadena de los ciclos hospitalarios que marcan cada 21 días en mi calendario.
Pero el cambio, aunque positivo, trae consigo un velo de dudas. La adaptación a esta nueva forma de tratamiento y el miedo a los posibles efectos secundarios sobre mi piel, mi abdomen y mis extremidades son pensamientos que me acosan. El rechazo a mi port-a-cath, aunque más psicológico que físico, se manifiesta en dolor y pesadillas que perturban mi descanso.
La incertidumbre hospitalaria, esa dependencia de un sistema y la disponibilidad de otros para recibir tratamiento, pronto quedará atrás. Sin embargo, la expectativa de este cambio me hace conservador en mis acciones, reacio a asumir riesgos en un momento en que debería estar más propenso a la audacia para cumplir con los objetivos marcados para este año.
Procys está transitando un momento crucial. Nuestra startup se enfrenta a la emoción de un pipeline extenso, lleno de posibles ventas y conversaciones prometedoras que seguimos impulsando con tenacidad. El crecimiento orgánico hasta ahora ha sido notable, y todo con una estrategia de ventas enfocada en la prospección activa y una sólida presencia en SEO. Con un equipo de quince personas, la fuerza de Procys reside en su capacidad técnica, y nuestro compromiso es mantener ese enfoque mientras crecemos en humanidad y competencia técnica.
En esta etapa de transformación personal y expansión empresarial, reconozco más que nunca la importancia de mi equipo de trabajo y amigos. Son ellos quienes me ofrecen estabilidad en medio del caos, una “piña familiar” que fortalece y ofrece seguridad.
A pesar de que mi ego lucha contra la idea de solicitar ayuda, sé que es necesaria para no fracasar. Aceptar ayuda no es una señal de debilidad, sino un paso hacia la fortaleza y la supervivencia. Es esencial estar presente, enfocarme en lo que tengo y lo que puedo construir, en lugar de dispersar mis energías.
Agradezco profundamente a las personas que están en mi día a día, presentes tanto en la proximidad como en la distancia. Si me estoy distanciando, no es intencionado, sino un reflejo de la dificultad para lidiar conmigo mismo y permitir que otros se involucren en este proceso de cambio y adaptación.
Este es un momento para estar más conectado que nunca, para transformar la incertidumbre en certeza y el miedo en esperanza. Con cada nueva experiencia, Procys y yo crecemos, aprendemos y nos preparamos para lo que el futuro nos depara.